23 de marzo de 2013
Creo en
la resurrección de los muertos y en la vida del mundo futuro.
A
nombre de mis hermanos Jesús Fernando y Gabriela Cristina, Tomy y Carlos, de
mis sobrinos Erick, Fernanda, José Luis, Emmanuel y Carlos, quiero agradecer a
cada uno de ustedes las innumerables manifestaciones del gran amor que han
profesado a nuestra madre y que se manifestó en oraciones, gestos, palabras y
acciones que valoramos y nos llenan de consuelo. Así se lo hicieron sentir a lo
largo de la vida de nuestra madre y de modo especial en estos días difíciles de
su enfermedad, así como el día de ayer en la vigilia y hoy en esta hermosísima
Eucaristía.
Hemos
experimentado vivamente la bendición invaluable de pertenecer a una familia
extendida, compuesta por todos ustedes, nuestros amigos y por los hermanos y
hermanas de las comunidades eclesiales a las que nuestra madre se sintió
vivamente pertenecida.
Hace 38
años nuestra familia pisó por primera vez esta parroquia y desde entonces ésta
ha sido la parroquia de nuestra familia, la parroquia de nuestra madre, en la
que no faltó nunca a la Eucaristía dominical, en la que se evangelizó y en la
que encontró a verdaderas hermanas de una comunidad que tiene más de treinta
años caminando; en esta parroquia sirvió en Pastoral de la Salud y fue
fidelísimo miembro de la cofradía del Santísimo Sacramento; la víspera de cada
4 de octubre preparaba los frijoles molidos que serían parte de las tostadas de
pollo que tradicionalmente su comunidad ofrecía en la kermés de las fiestas
patronales. En esta Parroquia las cenizas de mi madre esperarán la resurrección
de los muertos.
Es los
últimos años perteneció y firmó Alianza en el Sector de las Mujeres de la Nueva
Cultura de Comunidad AMA. No podemos dejar de reconocer el lugar de privilegio
que las hermanas ofrecieron a nuestra madre, junto con otras hermanas mayores
de la comunidad. Muchas veces me dijeron que son las consentidas. En Comunidad
AMA tuvo ciertamente la experiencia de la oración, de la vida comunitaria, del
crecimiento en la fe, pero también se preocupó de ejercer pequeños servicios,
en reiteradas ocasiones me comentó que se sentía incómoda si no servía. Nuestra
madre ha sido intensamente amada por cada uno de los miembros de comunidad AMA
y eso es algo que nosotros como familia valoramos y agradecemos infinitamente.
Nuestra
madre también se sintió ligada de modo muy estrecho a la Parroquia de Nuestra
Señora de la Asunción, de la que fue madre del Párroco. La primera vez que fue
a la Parroquia, una vez llegado y antes de tomar posesión, lo primero que hizo
fue ir directamente a la Capilla del Santísimo Sacramento para encargarme con
Jesús Eucaristía, entonces sus preocupaciones se convirtieron en confianza. Los
feligreses de la parroquia siempre tributaron a mi madre un cariño que puedo
comparar al que se le tiene a una madre, o mejor dicho, a una abuela. En su
enfermedad y en su muerte los hermanos y hermanas de la parroquia se volcaron
en oración y en atenciones. Gracias, que Dios se lo pague.
Otra
verdadera comunidad en la que se sintió pertenecida fue la de sus amigas: tanto
las de la cuadra en la Laguna Madre, como las que en algún tiempo se reunió a
jugar continental o canasta; con ellas también fue fiel, preocupada, atenta,
cumplida, evangelizadora, simpática, paño de lágrimas y confidente, verdadera
hermana de unas y madre de otras. Todas ellas me han dicho cuánto la van a
extrañar.
Como
mujer de Iglesia amó y respetó a sus pastores, obispos y sacerdotes,
especialmente a sus párrocos y a mis amigos, también a los seminaristas;
nuestra familia se siente grandemente agradecida a Dios por la presencia de
todos ustedes, Sr. Obispo y hermanos, miembros de mi presbiterio. Los abrazamos
con mucho amor.
María
de Jesús, hermosísimo nombre, de hermosísimos ojos, hija de Jesús y Herlinda,
tuvo tres hermanos, su hermano mayor vive todavía, tía de veintiséis sobrinos, compartió el sacramento del matrimonio con mi padre diecinueve años y
fue viuda treinta y dos. Crió y sacó adelante a sus tres hijos, fue abuela de
cinco nietos. Nosotros, su familia, al igual que todos los que la rodearon,
hemos recibido de ella una gran herencia, que quiera Dios sepamos aprovechar;
mujer ante todo de fe, fe que se expresó en confianza inconmovible; muchas
veces la oí decir: “Dios siempre nos ha sacado adelante”; mujer de oración, de
austeridad, de trabajo, de principios y valores arraigados, de abnegación, de
entrega incondicional y de servicio, extraordinaria repostera, quién no
recuerda los famosos pasteles de la Señora Cerra; nuestra madre tuvo siempre
clara su misión y la cumplió cabalmente, hasta el final; supo llevar con
paciencia y amor la cruz de sus eternos padecimientos físicos de insomnio y
ansiedad, así como su soledad y sus preocupaciones por nosotros. Nunca se cansó
de aconsejarnos, corregirnos y exhortarnos; en muchas ocasiones fuimos malos
hijos, ella siempre fue una buena madre y
buena abuela.
Madre
mía, te amamos y te agradecemos, te extrañamos muchísimo, pero sabemos que has
llegado a la culminación de tu existencia, contemplas ahora a Jesús cara a
cara, en compañía de la Santísima Virgen María, del Señor San José, y de todos
los santos y ángeles del cielo; Jesucristo, cuya sangre te bañó en tu bautismo,
te hizo Hija de Dios y de cuyo Cuerpo de alimentaste, te ha conducido a la Casa
a la que siempre anhelaste llegar, gozas de la eterna alegría de la gloria que
te mereció la Redención de Cristo y tu respuesta de fe. La Pascua de Cristo que
celebramos ahora en esta Semana Santa es tu Pascua. Su juicio ha sido
benevolente y a tu favor. Bendícenos y pide a Jesús por nosotros.