Hoy es día del párroco, gracias al patrocinio
de San Juan María Vianney, párroco francés del siglo antepasado. Ya he recibido
algunas felicitaciones y las agradezco, pues la “cura de almas” es la dimensión
que da mayor perfil a mi ministerio. Pensando en los párrocos, caigo en la
cuenta que es prácticamente imposible hacer una descripción estereotipada del
servicio que prestamos en la Iglesia, claro, a final de cuentas nos parecemos
mucho y el Derecho Canónico y otros documentos definen con precisión nuestra
tarea, pero no podemos negar que no es lo mismo ser párroco en África que en
Asia o en América y Europa; los párrocos vivimos y somos iguales, pero también
somos distintos hoy que en la Edad Media o en tiempos del Cura de Ars. Al
interior de una misma Diócesis nos sentimos unidos, pero reconocemos
nuestras grandes diferencias; también descubrimos que nuestra identidad se ve
afectada por las diversas situaciones históricas por las que transitamos, justamente como ésta: el COVID-19.
La irrupción de la violencia en el territorio
en donde está nuestra Diócesis de Matamoros, hace más de diez años, condujo a
los párrocos a plantearnos grandes retos, directamente relacionados con nuestra
identidad y ministerio. Experimentamos entonces un fuerte llamado de parte de Dios
a permanecer en nuestras parroquias, mientras que muchas autoridades huían, y
también otros servidores públicos, profesionistas, incluso pastores no católicos.
Encontrábamos gran sentido en acompañar de esa manera nuestro Pueblo, que sufría
y era presa del miedo, la comunidad parroquial se convirtió, en medio de la violencia, en espacio de paz y los pastores en portadores de esperanza. Esa experiencia configuró
nuestro ministerio hasta el día de hoy.
En esta fecha, día del Cura de Ars, somos párrocos
en medio de una pandemia, lo cual nuevamente conmociona nuestra estructura y
nos lleva a buscar caminos que nos permitan ejercer, de alguna manera, nuestro ministerio,
tan ligado a la vida sacramental y ahora tan limitado por el peligro que
representa estar juntos. En medio de aquella violencia, que no tiene para
cuando terminar, desaparecieron las iniciativas pastorales nocturnas, poco a
poco se habían estado recuperando, no del todo, pero las comunidades no dejaron
de participar de la Eucaristía y de la vida sacramental. En esta ocasión los
sacramentos están en suspenso, pero la gracia de Cristo ha ido
encontrando otros cauces para vitalizar los corazones de los fieles.
No olvidamos que, en medio de esta complicada
situación, la vocación pastoral permanece intacta, seguimos a cargo de nuestro
pueblo y buscamos, a como Dios nos da a entender, el modo para cumplir nuestra
misión, aun en medio del confinamiento; hemos entrado a un interesante proceso
de aprendizaje, nos hemos ido haciendo expertos en los caminos electrónicos por
los que circula la gracia y se construye la comunión, el Señor se ha encargado
de producir frutos abundantes. En lo personal, además de las acciones que haya podido
emprender, quiero compartir que, estando la vida sacramental de alguna manera entre
paréntesis (no así la gracia), la Palabra de Dios ha resonado poderosamente en
mi corazón; prácticamente todos los días leo el Evangelio como si no lo hubiera
leído antes, descubro que Dios ha estado elocuente y que dirige su Palabra al
Pueblo con renovada frescura, iluminando, como nadie puede hacerlo, el difícil camino
por el que todos transitamos, ensombrecido por la enfermedad y por la muerte. Será un reto reiniciar el año pastoral, en medio
de una pandemia que ha tardado más de lo que supusimos, sin embargo, la
experiencia fundamental no se modifica: Dios sigue guiando a su Pueblo, continúa
ofreciéndole la fuerza de su gracia y lo ilumina con la fuerza de su Palabra.
Celebrar el día del párroco 2020, a puerta cerrada, en la conmemoración
del Santo Cura de Ars y en medio del COVID-19, sí tiene sentido. Oren por sus párrocos,
nosotros estamos orando por ustedes.