martes, 3 de enero de 2023

Mi pequeño tributo al gran Papa Benedicto XVI

Hace años tuve un sueño muy vívido y extraño: soñé que el Papa Benedicto XVI visitaba mi parroquia y que él y yo caminábamos juntos por calles llenas de baches, charcos y banquetas mal hechas; en un momento dado, lo tomé por el brazo para ayudarlo a evadir algún obstáculo y sentí de manera muy perceptible la fragilidad de sus hombros, esos débiles hombros sobre los que el Papa cargaba el peso de la Iglesia Universal. 

La figura de Benedicto XVI ha sido impactante para mí. Él, un hombre que gustaba de la investigación, en la que encontraba una expresión y profundización de la fe y no un mero ejercicio académico; él, un hombre cuyo carácter, más bien introvertido, prefería la soledad, no como huida, sino como oportunidad de reflexión, interiorización, oración; él, un hombre que tenía la firme convicción de que el mejor servicio que podía prestar a la Iglesia era tras bambalinas, apoyando discretamente al líder que el Espíritu Santo designara; él, por misteriosos caminos de la Providencia, fue elegido por los “señores cardenales”, pastor de la Iglesia universal.

Al escogerme como Obispo de Roma, el Señor ha querido que sea su vicario, ha querido que sea la “piedra” en la que todos puedan apoyarse con seguridad. A él le pido que supla la pobreza de mis fuerzas, para que sea valiente y fiel pastor de su rebaño, siempre dócil a las inspiraciones de su Espíritu (Benedicto XVI, Primer mensaje al final de la concelebración eucarística con los Cardenales electores en la Capilla Sixtina, 20 de abril de 2005).

Siempre admiré el modo cómo en cada momento de su pontificado, siendo consciente de la “pobreza de sus fuerzas” el Papa trató de expresar con sus palabras, con sus decisiones, con sus actitudes, en sus celebraciones, aquello que su conciencia le dictaba era lo mejor para la Iglesia y el mundo en esa etapa concreta de la historia, siendo coherente con la fe, apegado a la verdad, que tanto amó y defendió, e iluminado por una exquisita caridad. 

Muchos se declararon sus admiradores y fieles seguidores, otros fueron sus críticos, ambos polos con algunos representantes de posiciones extremas, otros, esgrimiendo justas y mensuradas razones. Qué figura pública no tiene sus fans y sus detractores, qué hombre no tiene sus luces y sus sombras.

La única vez que vi en persona a Benedicto XVI, no ya en sueños, fue en una audiencia general en Roma, de lejos, mientras pasaba caminando saludando a la gente por el pasillo central del Aula Pablo VI; el primer pensamiento que me vino a la mente fue: “El Papa no es fotogénico”, y es que las imágenes impresas y digitales muchas veces no le hacen justicia; ya en persona  verdaderamente proyectaba una gran bondad de corazón y una genuina humildad, lo cual no contrasta, sino que integra su genio intelectual y su liderazgo global.

Sus últimas palabras iluminan todo: “Señor, te amo”. Dios me conceda, al final de mi vida, poder también decirlas de corazón. Gracias, Papa Benedicto XVI; gracias, Joseph Aloysius.



8 comentarios:

  1. Eduardo Villarreal3 de enero de 2023, 10:37

    Excelente texto.

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  2. Gracias por compartir su experiencia Padre, un Papa Admirable y de gran corazón, Descanse en Paz en Brazos de nuestro Misericordioso Padre🙏Así Sea❤️🙏

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  3. Gracias Padre Cerra, por su excelente artículo Dios Padre lo siga iluminando

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  4. Que hermosas palabras PDre, mejor no lo pudo haber descrito

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  5. Gracias. Pepe. Por tan hermosa reflexión.
    Yo estuve cerca del Papa Benedicto en la Habana en 2012.
    Y tenía una personalidad impactante.
    Dios lo tenga en su Gloria

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  6. Hermoso texto, Gracias por compartirlo. DTB

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  7. Mi admiración y respeto para Benedicto XVI segura estoy que goza de la presencia de Dios.

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  8. Excelente pequeño tributo al gran Papa Benedicto XVI.
    Admiré de él, su inteligencia, coherencia y sobre todo su humildad.
    Gracias padre por compartir.

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